En pleno invierno, en una zona de un norte, Adeline estaba sentada en la cama mientras miraba por el cristal. Asombrada, ante la gran cantidad de nieve que caía, y como el aire silbaba su melodía a través de los pequeñísimos huecos del ventanal.
Ella no estaba acostumbrada a la nieve pues en su lugar apenas licuaba. Ahora se alojaba en el noveno piso de un lugar lejano, donde el frío y las ventiscas eran algo habitual.
De repente sintió un impulso, y en unas braguitas naranjas, calcetines largos y camiseta veraniega de talla L, abrió el ventanal y salió al balcón.
Por unos segundos no sintió frío, luego los calcetines empezaron a mojarse con la nieve del suelo, y se sintió abrazada por el frío.
Le gustaba esa sensación, de mirar hacia el frente y comprobar que era la única que estaba fuera de la calidez del hogar. A ella le gustaban los momentos únicos, y las cosas poco habituales, pues la hacían sentir especial.
Quiso sentir aún mas el frío para ver hasta cuanto podía aguantar y se puso donde el aire mas abofeteaba, aplastando los gordos copos de nieve contra sus mejillas.
Adeline rió, al principio solo un poco pero los copos caídos en su cuello y piernas le hacían frías cosquillas.
Se subió a un cubo y se agarró a la barandilla, que así la llegaba por las caderas, y se asomó, abriendo la boca y sacando la lengua.
Estos copos de nieve sabían a libertad, o a estupidez, pensó ella. Era un insípido sabor único y fantástico pues podías imaginar que sabían a chocolate o a limonada. Le gustaba tanto pensar tonterías que ni se molestaba en ocultarlo.
Pasados unos cuantos minutos (con el pelo mojado y los labios morados) se bajó del cubo, dispuesta a entrar en casa. Echó un último vistazo a su alrededor y se dio cuenta que alguien la miraba desde el piso de enfrente. No alcanzó a ver la cara pero supuso que ésta habría tomado forma de incredulidad, al ver a una joven chica sin pantalones, subida a un cubo con la cara frente a un viento helado.
"Da igual, no me conoce" pensó Adeline, y con esa excusa saludó con la mano al anónimo observador, tiritando.
Éste respondió con medio saludo y entrando en casa, algo confuso. Adeline entró en la suya y se quitó toda la ropa mojada, con una sonrisa triunfante.
"Aquí nadie me conoce".
Y se hizo un Nesquik.
genial (:
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